ARGIZAIOLA
Luz contra las tinieblas
En las creaciones del arte popular vasco una posición destacada, por su singularidad, ocupa la argizaiola. La argizaiola es un soporte de madera alrededor del que va enrollado un cerillo o esku-bilduma que se enciende sobre las tumbas situadas en el interior de las iglesias. A la hora de la misa o durante cualquier acto religioso, una mujer de la familia, por lo común la etxekoandre o la hija mayor, se sitúa encima de la tumba o yarleku correspondiente a su casa y enciende la argizaiola. Tanta importancia se daba a este rito que cuando las mujeres de casas pudientes no podían asistir a los oficios, contrataban a una criada o a otra mujer para que en su lugar guardase el fuego.
Es bastante probable que esta costumbre de encender la argizaiola en el interior del templo se estableciera en Euskal Herria hacia los siglos XV o XVI, puesto que fue entonces cuando la feligresía conquistó el derecho a ser enterrada dentro de las iglesias, prerrogativa hasta entonces reservada al alto clero y a la nobleza. Cada casa o caserío adquiere entonces una sepultura bajo techo sagrado, siendo mayor su rango y por ende su valor cuanto más cercana al altar se hallase.
Tipos, formas, materiales
Las formas y arabescos de las argizaiolas responden a una amplia tipología. Cada comarca de Euskal Herria y, por supuesto, cada artista ha desarrollado morfologías y motivos ornamentales propios. En un principio eran muy simples, sin apenas incisiones, pero con el tiempo se fueron llenando de dibujos a base de agallones, margaritas, soles radiados, etc.
En la franja costera vasca, las argizaiolas consistían en una simple tabla provista de sendas extremidades, una más corta que la otra y rematadas con un circulito. La misión de este cuello era servir de asidero para girar la madera según se iba consumiendo el cerillo. Otro tipo de piezas presentan unos travesaños o soportes para evitar que el cerillo se aplaste. También encontraremos argizaiolas ricamente ornadas con tachones metálicos y de variopintas formas: desde el simple cuadrilongo, hasta las triangulares o redondas. En cuando a la madera, el castaño es la clase dominante aunque también las hemos registrado de roble, pino y cerezo, y más raramente de haya, aliso, nogal, acacia, roble americano y olmo.
En Amezketa
Sobre las razones de orden antropológico que explican la ancestral costumbre de encender luz sobre la tumba, José Miguel de Barandiarán decía: “ Otro rito funerario de época megalítica fue el de encender fuego delante de la entrada del dolmen. La correspondencia actual de este rito es la costumbre de encender luces en las sepulturas, conforme a la creencia de que las almas de los muertos necesitan tal ofrenda para ahuyentar las tinieblas que, de otro modo, habrían de rodearles en la vida de ultratumba”.
Tras el Concilio Vaticano II se procedió a reformar y modernizar los templos; se anularon las tradicionales sillas y en su lugar se colocaron bancos, se remozaron los suelos con terrazo o baldosa, y de este modo, las humildes y entrañables argizaiolas fueron lentamente arrinconadas como atávicos elementos del “culto antiguo”. Actualmente en unas pocas localidades, como Amezketa (Gipuzkoa), pervive la tradición de encender argizaiolas sobre los yarlekus . No obstante, varios artesanos vascos prosiguen con esta tradición fabricando tallas en madera que reproducen las antiguas argizaiolas hasta en sus menores detalles. Objetos estéticos y enigmáticos, que nos recuerdan las formas más sentidas de nuestra religiosidad popular.
ETNOLOGO Y ANTROPÓLOGO ANTXON AGURRE SORONDO